Explorando Nuestras Emociones
En la actualidad, la rapidez con la que vivimos, la premura en la que estamos sumergidos por la cotidianidad: trabajos, quehaceres domésticos, estudios, gestión de nuestros recursos económicos, compromisos familiares, etc… Aunque parezca paradójico, porque todo implica relacionarnos con el entorno, muchas veces, nos aleja de él y también de nosotros mismos.
La Falsa Fortaleza
Son pocos los espacios en los que nos detenemos a pensar sobre cómo nos sentimos y qué sentimos, espacios que usualmente tienen lugar cuando la sensación de malestar emocional llega a hacerse insostenible.
Esa necesidad de parecer “siempre estables, maduros y fuertes” ante todo lo que sucede en nuestra vida, contrario a lo que parece, nos hace menos humanos, pues es natural sentirnos desdichados, ansiosos, molestos, decepcionados y tristes más veces de las que nos gustaría.
Cuando intentamos borrar la emoción, como si fuese una frase escrita a lápiz en un papel cualquiera, lo que generamos es el aumento de dicha emoción. Nos decimos a nosotros mismos que “no debemos estar así” o que “no es para tanto”, y es precisamente esta exigencia la que aumenta la presión y en consecuencia el malestar.
El Viaje Hacia el Autoconocimiento
La realidad es que muchos no fuimos educados para hablar de lo que sentimos y no sabemos como hacerlo, incluso puede tornarse tenso el intentar buscarle nombre a lo que nos pasa y es que hacer contacto con lo que somos en nuestro interior no siempre es agradable, pero sin duda, es el primer paso para sanar.
Y no es necesario hacerlo solos, compartir lo que sentimos con quien amamos, con esas personas que se convierten en nuestro espacio seguro porque podemos ser nosotros mismos sin temor ni angustias, nos permite en primer lugar identificar o darle nombre a la emoción, reconocerla como parte de nosotros y segundo, abrirnos a otras perspectivas que nos ayuden a entender por qué nos estamos sintiendo así, a validarlo y por supuesto, a transitarlo.
El Valor de la Compañía
San Agustín nos decía “no te hallaras sin la amistad de tu prójimo, allí donde tendrás a Dios como amigo”, y es que muchas veces, ese otro que nos escucha, sirve de reflejo para entendernos mejor, para hacernos más compasivos e incluso más sensibles ante las realidades que involucren ese sentir, es como si nos ayudaran a mirar con lupa y más claramente, lo que no implica que dejemos de sentirlo, pero si implica que hay otro dispuesto a afrontar conmigo eso que me angustia y que en adelante puedo identificar qué cosas detonan ese sentir en mí y cómo podría hacer para manejarlo mejor.
Fortaleciendo Nuestra Salud Mental
Poder hablar de todo lo que nos hace sentir miedo, tristeza, angustia, decepción, enojo… De eso que nos hace vulnerables, edifica nuestra vida porque fomenta el autoconocimiento y la introspección, lo que a su vez nos impulsa a mejorar la relación con nosotros mismos y también con los que amamos. La salud mental se entreteje en las relaciones y las relaciones sostienen la vida.
Por: Andrea Rosario, Psicólogo / JAR Venezuela